Te vi, me vistes,
yo te encontré,
y tú en cambio sólo aprovechaste.
Te quise, me apreciaste,
tú me enamoraste.
No sabíamos a dónde íbamos,
no había una causa perdida,
ni recuperada siquiera.
Tú querías una veloz despedida,
yo la historia entera.
Pero resultamos incoherentes.
Seguimos un camino cualquiera,
llegamos a Roma,
y no supimos cómo salir de allí.
Ahora el sol no amanece a su hora,
sólo insinúa rayos de un tono gris,
está llorando,
lágrimas del color del marfil,
y con la pena está bailando
en una calle de la Roma sin ti.
Porque él también se perdió,
ni siquiera desde las alturas logra encontrar
la salida que dejó este flaco amor.