Me gusta mostrarme rota, porque así es como estoy. Enseñar mis heridas
sin miedo a que alguien las pueda odiar, y gritar cómo se abrieron las cicatrices
que se han convertido en marcas de una guerra fría que quedó sin acabar. Te retiraste
del campo de batalla, y aun así te proclamaste vencedor. Y ahora entiendo que
realmente, gané yo. Permanecí y oculté el temor. Quizá no luché como la mejor,
tuve errores y fui débil. Pero me mantuve allí, hasta el final. Y tú en cambio
marchaste andando, hacia atrás, retrocediste para volver a tu vida normal. Mostraste
la bandera blanca, y yo, ciega de amor, lo utilicé para hacer mis lágrimas
desaparecer. Y por miedo a ser feliz me dejaste allí. Yo fui la fuerte y ahora
lo sé. De vez en cuando me asomo al lugar donde perdimos las ganas, donde
declaramos la guerra, y todavía siguen en el suelo tus pisadas. Primero hacia adelante,
querías comerte el mundo. Después hacia atrás, el mundo termino por comerte el
a ti. Y después miro las mías. Hacia adelante, yo quería que me comieras… a
besos. Pero las mías nunca fueron hacia atrás, ante ellas solo se veía la marca
de mis rodillas clavadas en el suelo para rogar no verte ir. Ahora sé que
fuiste mi primera gran victoria. Y que yo fui tu primera gran derrota.
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